Es de noche, tarde en el Cairo. Un abuelo y su nieto -de unos siete años- vuelven en coche del hospital. El niño, después de cenar, había estado jugando con el tapón de un bolígrafo. Un rato después comenzó a quejarse de un dolor de estómago. Preocupado el abuelo, le llevó al hospital porque pensaba que se había tragado el tapón. Pero no era un día cualquiera en Egipto. Se había declarado el toque de queda después de que miles de personas protestaran en las calles contra el régimen de Hosni Mubarak. Por primera vez, los tanques habían ocupado las calles.
El abuelo no sabía que había toque de queda, así que intenta explicar el caso a los soldados y les pide que le dejen llegar hasta su casa. En vano. El Ejército cumple órdenes y hasta las seis de la mañana el abuelo y su nieto no podrán entrar en la ciudad. El niño está enfadado porque no ha conseguido lo que quería. En realidad, su dolor de estómago no era más que una estratagema para poder salir a la calle e intentar hacerse una foto con uno de los tanques. Una foto que su abuelo no le permitió hacerse en un primer momento.
Así es como el director Sherif Al Bandary ha retratado el impacto de la revolución egipcia, en una de sus múltiples consecuencias. La presencia por primera vez del Ejército en las calles. Como ha explicado el mismo Al Bandary en la Filmoteca de Catalunya (este sábado 22 de octubre) no es una crítica al Ejército, que se limitaba a cumplir órdenes. Es la mirada de la población ante lo nuevo, lo extraño. Otras miradas, formas de ver esta misma revolución, se desgranan en el resto de cortos que componen la película 18 días, grabada durante los días en los que se sucedieron las protestas. Diez directores reconocidos, junto con actores de prestigio, que cuentan por ejemplo cómo un barbero hace de su local una enfermería o el hombre de los suburbios que acepta pegar a manifestantes por dinero e ignorancia.
El resultado de este proyecto cinematográfico es sorprendentemente bueno para las condiciones en que se rodó. No sólo no contaron con financiación sino que los que participaron en la película pusieron dinero de su bolsillo, tal como ha contado Sherif. Y lo que en un principio iba a ser una serie de cortos que se difundirían por YouTube ha acabo siendo un largometraje de la selección oficial del Festival de Cannes.