Queríamos comprar panqueques. Son como las 'crêpes' pero más pequeños y gruesos. Le dijimos al empleado del súper que buscábamos un producto al que sólo había añadir agua y ponerlo en la sartén. Unas semanas atrás estaba de oferta en toda las tiendas. Nos dijo que ya no quedaban.
El hombre, con acento árabe, se nos quedó mirando y nos preguntó "Pero sois españoles, ¿no?", "Sí, claro" contestamos en inglés ibérico. "Entonces los podéis hacer vosotros mismos. Googlead la receta. Es sólo harina y agua".
Lo cierto es que fue bien fácil hacer panqueques (mucho más que las 'crêpes', que enseguida se rompen). Deliciosos con Nutella untada. Pero nos quedó la duda de si ser españoles nos confería unos poderes culinarios especiales ante aquel trabajador de Sainsbury's.
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Recibimos un e-mail con el anuncio del preestreno de la última película de Pedro Almodóvar, Los amantes pasajeros (I'm so excited! en el título inglés). Había que reservar. Así que fuimos al cine más cercano y pedimos las entradas. El empleado de Cineworld nos dijo que no le aparecían en el sistema. Aparentemente aún no era posible comprarlas. Mi novia, inquieta, preguntó si se podrían haber acabado. "No lo creo... Porque es una película española", dijo en tono de confesión. Antes de que terminara la frase intuí su razonamiento y no pude evitar soltar una carcajada gigante. Igual mi novia.
El empleado quizás no adivinó nuestro acentó español y no comprendió nuestro humor. Nos despedimos riéndonos y él sin entender todavía nada. Acostumbramos nosotros a pensar que Almodóvar (y parte de nuestro cine) arrasa allá donde va. Que gana Oscars e incluso organizan preestrenos. Y, para aquel joven dependiente de un cine local, la expresión "película española" sonaba tan emocionante como una ensaimada mallorquina.