(nota: éste artículo está escrito originariamente el 4 de febrero del 2011 para la asignatura Periodisme de Fonts)
El 27 de enero del 2005, sobre las 10 de la mañana, olía a gas en el CEIP El Carmel. La Guardia Urbana ordenó el desalojo de las más de 300 personas que había en su interior. Muchos se quedaron en la puerta porque pensaban que era un simulacro. Además del colegio, unos 90 bloques del bario del Carmel fueron desalojados y cerca 12.000 personas tuvieron que salir a la calle con lo puesto. Hacía frío, de hecho fue uno de los días más fríos de todo el año. La calle se llenó de policía y vecinos. A pocos metros del colegio, y cerca de donde hoy está la parada metro del Carmel, se había hundido una casa de una sola planta y el parking que había debajo. El dueño no estaba en ese momento y no hubo heridos. Precisamente las obras para llevar ese metro a un barrio hasta entonces mal conectado con el resto de Barcelona son las que causaron el hundimiento de dos inmuebles y la demolición de otros cinco. Muchos vecinos no pudieron entrar a sus casas para recoger sus pertenencias y tendrían que pasar entre 6 meses y un año para que pudieran volver al barrio. Aunque algunos nunca lo hicieron.
Derrumbe del parking y la casa de planta baja en el Carmel / Fuente: RTVE
Hay pocas quejas contras la actuación de la administración, que desde entonces ha reformado profundamente el barrio. Sin embargo, se recuerda con amargura la fractura social que el incidente produjo. La directora del CEIP El Carmel, Maria Francesca Massó, afirma que los episodios más duros fueron los relacionados con las quejas de algunos padres. Asegura que le hicieron sentir casi como si fuera la responsables del agujero porque “la gente iba contra los que dábamos la cara”. Algunas familias “lo que querían era enriquecerse a costa del Carmel”. En contraposición, Massó afirma que aquella fue la época de menos bajas del profesorado. Y que aumentó el compañerismo tanto entre profesores como entre alumnos. Todos ayudaban. Durante un año, las clases se trasladaron a una ludoteca cercana y a un colegio de Nou Barris. En total, sólo se perdió un día de clase. Durante ese tiempo, se renovó completamente el centro. Los padres que hicieron más ruido cambiaron de colegio o se fueron del Carmel.
“El barrio ha salido mejorado, pero a nivel particular yo acabé perjudicado”, dice Fernando González, el presidente de la asociación de vecinos del Carmel creada en 1972. Afirma que llegaron a amenazarle por carta con una cuchillada y su entorno familiar aún paga con su salud las consecuencias de aquel conflicto. Intentó que la asociación unificara los criterios de los vecinos y las reclamaciones a la administración. Pero la unión no fue posible. Se crearon dos organizaciones nuevas, la Asociación de Damnificados del Carmel y la Asociación de Afectados de la Línea 5. Además, recuerda que, durante los primeros días del incidente, los abogados se paseaban por el barrio repartiendo tarjetas. Así que entre las tres asociaciones y abogados, las negociaciones con la administración se hicieron a cuatro bandas. Aunque las peticiones que más preeminencia tuvieron fueron los de la asociación de González. Esto creó envidias y alimentó las tensiones.
Las pocas críticas vertidas sobre la administración se refieren a las informaciones de los primeros momentos. La Generalitat no disponía de un sistema de emergencias para estos casos así que fue el Ayuntamiento el encargado de la atención a los afectados. Después del primer derrumbe, se indicó a una parte de los vecinos que podían volver a sus casas. Fue una decisión errónea, porque tres días después, el 3 de febrero, hubo un segundo hundimiento. Tanto Massó como González creen que había un interés político en aparentar normalidad cuanto antes y se precipitaron las decisiones. Joan Carles Bonaga, director de comunicación de la Agència de Promoció del Carmel –dependiente del Ayuntamiento- responde que se actuó en base a la información de los técnicos de GISA, la empresa que gestiona obras de la Generalitat. Sin embargo, no hubo ninguna sanción contra estos técnicos. Ya que no podía preverse un segundo derrumbe, dice Bonaga. En cualquier caso, tras este incidente prácticamente nadie critica la gestión de la administración. Y de hecho, "en ningún momento nadie ha cuestionado que el metro tuviera que llegar al Carmel". Ahora se toman más precauciones y se utiliza técnicas más avanzadas en las obras de infraestructuras para evitar que un percance similar vuelva a repetirse.