El pasado 25 de abril, elMundo.es tenía la siguiente noticia en su portada de la sección Mundo: "Un 'objeto volador no identificado' cae en una playa cercana a Tel Aviv".
En el subtítulo de la noticia se avisa de que "El Instituto Geológico Israelí ha descartado la posibildad de que sea un objeto de otro planeta. Y dice que está hecho por un ser humano". Sin embargo, la estructura del cuerpo de la noticia no parece darle mucha importancia a esta advertencia. El primer párrafo comienza con "un pequeño y misterioso objeto volador no identificado”. Se añade: “Una cosa de color negro convertida en atractiva bola de fuego y fuente de teorías sobre fenómenos paranormales”.
En el segundo párrafo se recogen las declaraciones de un bañista que filmó el “sobrenatural evento”, según describe el redactor. Se relaciona con la visita de un diplomático estadounidense y se dice que “en ambos casos, no se sabe muy bien el origen y objetivo real de la ‘visita’”.
En el tercer párrafo, se recoge la reacción de un “veterano socorrista” y apuntilla el redactor con “recuerda el socorrista soñando ya con una carrera a lo Expediente X” [sic]. Se continúa en el cuarto párrafo con más declaraciones de socorristas.
Llegados a este punto, no resultaría nada extraño que el lector medio ya fantasee con extraterrestres y teorías conspirativas, dejándose llevar por la pendiente resbaladiza de lo paranormal.
El redactor se reserva la explicación racional hasta el ¡quinto! párrafo de la noticia, que introduce con un ladillo explícito: “No viene de otro planeta”. Copio textualmente el párrafo (la negrita es mía):
Desgraciadamente para Rokaj, Mizraji y los habitantes de Bat Yam, el Instituto Geológico israelí ha descartado este domingo la posibilidad de que sea un objeto de otro planeta. "No se trata de un meteorito sino de un objeto hecho por un ser humano", asegura su director, el Dr. Itai Gabrieli. "No tengo ni idea cuál es su origen. Hay muchas opciones como por ejemplo un residuo industrial o un desprendimiento de un avión. En ningún caso es un objeto extraterrestre", añade en un mensaje tranquilizador tras analizar la partícula del objeto flameante.
Y la noticia acaba con un:
Tras el exhaustivo examen del Instituto Geológico, los habitantes de la costera y obrera Bat Yam no tienen por qué preocuparse. Los extraterrestres no han elegido su ciudad como base de operaciones en el planeta Tierra.
Como vemos, la noticia no ofrece directamente la información de un hecho, a saber: “Un objeto humano cae del cielo en una playa de Tel Aviv. Podría ser un residuo industrial o un desprendimiento de un avión”. Sin embargo, expuesto de este modo –que es la realidad- no parece tan interesante. En su lugar, el redactor opta por construir un aura de misterio durante los primeros párrafos de la noticia, que es donde en teoría debería ofrecerse la información más importante. La fuente con más autoridad, el Instituto Geológico, se relega a un plano secundario tras socorristas y bañistas, que en principio no son expertos en geología ni astronomía. La utilización de expresiones por parte del redactor como “misterioso objeto volador no identificado” o “sobrenatural evento” contribuyen a crear este aura desinformativa de misterio. Por cierto, utilizar “sobrenatural” cuando el redactor ya sabe que según el Instituto Geológico es un objeto que podría haber caído del avión no parece una práctica honesta con el lector. En principio, nada es sobrenatural porque todo está sometido a las leyes de la naturaleza.
Por último, y más allá del tratamiento, resulta algo sorprendente que un diario serio como El Mundo sitúe en posición tan destacada este hallazgo. Continuamente caen del cielo pequeños meteoros o meteoritos de procedencia “extraterrestre”. Algunos se pueden ver a ojo desnudo por la noche y se les llama “estrellas fugaces”.